El arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Washington entre 2011 y 2016, ha publicado una carta de 11 páginas en la que acusa al papa Francisco de “cubrir” y silenciar los abusos del cardenal estadounidense Theodor McCarrick y le pide que “dimita” por ello. Viganò asegura en su misiva, que se hace pública justo cuando el Papa se encuentra de viaje en Irlanda y se ha reunido con víctimas de abusos, que él personalmente informó a Francisco de que el cardenal había sido señalado por acoso sexual a un adolescente y que Benedicto XVI ya le había impuesto una serie de sanciones que restringían sus poderes. El Papa retiró a McCarrick su condición de cardenal el pasado julio por esas mismas acusaciones, un hecho insólito en la Iglesia desde 1928.
La carta, una acusación sin precedentes a un Pontífice lanzada desde un puesto tan alto en la jerarquía eclesiástica, fue publicada por diversos medios católicos conservadores como el The National Catholic Register, LifeSiteNews o InfoVaticana. Tribunas habituales de la guerra que el sector ultra mantiene con Francisco desde que comenzó el Pontificado. En ella Viganò -un controvertido e influyente arzobispo que ocupó altos cargos en el Vaticano y que ya ha acusado en más ocasiones a otros miembros de la curia- asegura que habló personalmente con el papa Francisco, justo después de su elección en 2013, sobre la gravedad de las sombras que rodeaban a McCarrick. El denunciante, que ya estuvo en las entretelas del llamado caso Vatileaks y es un ultraconservador de la línea antigay, dio detalles y expuso largamente una serie de hechos aquel día.
Sin embargo, asegura, Francisco “continuó encubriéndolo” y “no tomó en consideración las sanciones que el papa Benedicto le había impuesto” cuando años atrás había conocido una serie de abusos que había cometido con jóvenes seminaristas a los que, supuestamente, invitaba a “dormir en su cama” en una casa en la playa. No solo lo ignoró, prosigue en su acusación, sino que el actual papa lo convirtió en un “fiable consejero”. Viganò, que fue apartado por Benedicto XVI y enviado a Washington, ha decidido hablar porque “la corrupción ha llegado a los niveles más altos de la Iglesia”.
Según explica en su carta -a la que el Vaticano todavía no ha respondido- en el primer encuentro que mantuvo con Francisco, este le preguntó su impresión sobre McCarrick. “Le respondí con total franqueza y, si lo desean, con mucha ingenuidad: ‘Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un expediente así de gordo sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia’. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema”, señala en su misiva.
La acusación, justo en el momento que el Papa se encuentra en Irlanda, territorio de los mayores escándalos de abusos a menores, y la Iglesia afronta un nuevo escándalo de este tipo en Pensilvania, está solo basada en el testimonio de Vigano y una serie de fechas que proporciona para demostrar la veracidad de sus encuentros. Pero es un enorme misil que llega desde Estados Unidos y que también señala directamente al cardenal Donald Wuerl, actual arzobispo de Washington, acusado ya de encubrir los abusos de Pensilvania. Según el denunciante, también conocía el caso de McCarrick. “Yo mismo hablé del tema con el cardenal Wuerl en varias ocasiones, y no necesité entrar en detalles porque quedó claro inmediatamente que era plenamente consciente de ello. […]. Sus declaraciones recientes diciendo que no sabía nada sobre este tema… son de risa. Miente vergonzosamente”.
La carta de Viganò está llena de acusaciones al círculo del Papa –también en cuestiones personales y de orientación sexual-, entre los que están el secretario de Estado, Pietro Parolin o su consejero, el cardenal Maradiaga. El tono destila una cierta inquina personal. Algo también invita a pensar que el momento elegido para su publicación forma parte de la persistente campaña ultraconservadora procedente de EE UU contra el actual Pontífice, a la que Viganò se ha unido recientemente. Más teniendo en cuenta que hoy es el día en que el Papa ofrece su tradicional rueda de prensa en el avión durante el viaje de vuelta a Roma.
Pero el contenido de las acusaciones va mucho más de lo que normalmente estos círculos habían planteado. “El cardenal Wuerl, consciente de los abusos cometidos por el cardinal McCarrick y de las sanciones que le había impuesto Benedicto XVI, se saltó la orden del Papa y le permitió residir en un seminario en Washington D.C. Haciendo eso puso en riesgo a otros seminaristas”, insiste en su carta.
McCarrick siempre había negado los hechos y recientemente manifestó a través de un comunicado su “plena” colaboración con las autoridades vaticanas. Sin embargo, el pasado 20 de junio una comisión de investigación en Nueva York determinó que las acusaciones “estaban fundamentadas y eran creíbles”. Como respuesta, esa misma semana, el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, ordenó que el purpurado abandonara el servicio público, siguiendo las instrucciones del Papa.