Washington, (18 de enero – 14.29). La presidencia de Estados Unidos ha comenzado. Lo insultan, utilizaron las estructuras legales como armas, lo demandaron en audiencia pública, intentaron matarlo, no una sino dos veces, irrumpieron en su casa, registraron sus pertenencias personales, todo bajo el nombre de persecución política. Pero Donald J. Trump nunca fue derrotado. Demostró con humor y estilo que su venganza es fría.
Un inconformista político La verdadera victoria de Donald J. Trump es inequívoca. Fue una caída histórica. El país está harto de los demócratas. Basta de la falsedad que el país vio pasar. Hollywood gritaba que abandonara Estados Unidos si Donald Trump ganaba. Pero Trump ganó, pero ninguna celebridad huyó horrorizada.
La izquierda se está preparando para la destrucción habitual. Portland ya está tapiada. Pero Estados Unidos está en un renovado camino de grandeza. El ejército tiene un dicho: vale la pena ser un ganador. Y seguro que Donald J. Trump es un ganador. Su mensaje es simple y claro: liberen a los rehenes o pagarán el precio. Rusia, China e Irán están observando, así que observemos.
Trump ha obtenido una victoria asombrosa, algo inaudito en la política moderna. La derrota de los demócratas ya era hora. Fue una victoria sobre la extrema izquierda en comparación con los enfoques de sentido común.
Pero que Trump esté en el poder no significa que haya descanso. El presidente entrante tiene mucho que hacer, justo lo que Trump quiere. Rehenes en Oriente Medio, guerra en Ucrania, Putin y Xi, la guerra pendiente en el Mar de China Meridional. El plato está lleno, pero es un desafío para Donald J. Trump.