Una dura represión contra las pandillas le ha dado popularidad al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, pero los expertos dicen que el costo es elevado.
Durante más de un año, los países latinoamericanos han visto cómo El Salvador arrastró a más de 70.000 personas a su sistema penitenciario, con poca apariencia de debido proceso, en un intento por eliminar las bandas criminales que han plagado el país durante años. Y a muchos parece gustarles lo que ven.
A pesar de la suspensión de las libertades civiles y las denuncias de abusos en El Salvador, los políticos de países vecinos como Honduras y Guatemala han elogiado al presidente Nayib Bukele como un modelo digno de emular.
Esa admiración no se limita a un extremo del espectro político. En Honduras, la presidenta de izquierda Xiomara Castro anunció su propia represión contra las pandillas que generó comparaciones con la de El Salvador. Y en Guatemala, el excandidato presidencial de derecha Zury Ríos llamó a El Salvador un “modelo de referencia”.
Pero mientras algunos en América Latina ven a Bukele de manera positiva, otros cuestionan si sus políticas pueden replicarse sin erosionar las garantías democráticas y causar más violencia. Desde 2022, El Salvador se encuentra bajo un estado de excepción, limitando los derechos constitucionales para tomar medidas rápidas contra los presuntos delitos.
“Cuando las violaciones masivas de derechos se vuelven comunes, es muy raro que esto resulte en una paz duradera”, dijo Noah Bullock, director ejecutivo del grupo salvadoreño de derechos Cristosal, que ha monitoreado las violaciones de derechos bajo el estado de excepción.
“Genera un mensaje muy claro de que cualquiera puede ser detenido en cualquier momento. Hace que la gente se lo piense dos veces antes de criticar al gobierno”.
Un golpe a las bandas criminales
Pero esas amenazas a las libertades civiles no han disminuido el apoyo salvadoreño a Bukele.
Si bien Bullock ha dicho que la situación tiene más matices que la narrativa triunfal promovida por la administración experta en medios, el presidente es consistentemente considerado uno de los líderes más populares del mundo.
El apoyo a la represión también es notable. Una encuesta de junio realizada por el grupo de expertos salvadoreño FUNDAUNGO encontró que el 53 por ciento de los encuestados tenía una opinión positiva sobre el estado de excepción. Solo alrededor del 9 por ciento lo calificó como negativo.
Cuando se les preguntó cuál consideraban el mayor logro de la administración de Bukele, los participantes de la encuesta clasificaron la reducción del crimen en primer lugar, con el 40 por ciento de los encuestados eligiendo esa opción. En segundo lugar quedó el propio estado de excepción, con un 27,5 por ciento.
Esa popularidad, incluso en medio de evidencia creciente de encarcelamiento falso y tortura, se debe en parte al hecho de que la campaña ha producido resultados tangibles.
En enero, el gobierno dijo que la tasa de homicidios de El Salvador había disminuido en casi un 57 por ciento en 2022, y los críticos reconocen que las pandillas que alguna vez llevaron la violencia y la extorsión a barrios enteros han recibido un golpe significativo.
“La magnitud del problema de las pandillas fue un serio desafío de seguridad para muchas personas, es cierto”, dijo José Miguel Cruz, profesor de la Universidad Internacional de Florida que investiga las pandillas criminales, la violencia y la actuación policial en América Latina.
Fuente : Al Jazeera
